El reciente apagón en España del 28 de abril de 2025 ha vuelto a poner en primer plano una realidad que, aunque incómoda, no es nueva. Los cortes masivos de luz no son una excepción, sino una repetitiva lo largo de las últimas décadas. Y si bien el último corte generó una gran repercusión mediática por la extensión, no fue ni el más duradero ni el más grave que ha vivido el país.
El gran apagón del 24 de julio de 2021: Cataluña y Aragón a oscuras
Uno de los cortes eléctricos más significativos de los últimos años ocurrió el sábado 24 de julio de 2021. A mediodía, cerca de 640.000 hogares y empresas se quedaron sin luz en Cataluña, Aragón, Navarra y La Rioja, especialmente en las provincias de Tarragona, Lleida y Huesca.
El origen fue un incendio en una línea de alta tensión en Francia que interconectaba con la red española. Al activarse los mecanismos de protección, se interrumpió automáticamente el flujo de electricidad para evitar daños mayores. Pero el resultado fue evidente: trenes paralizados, ascensores detenidos, negocios cerrados y servicios de emergencia saturados.
Aunque la mayoría del suministro se restableció en menos de dos horas, el episodio puso sobre la mesa algo evidente: una avería a cientos de kilómetros puede dejar sin electricidad a medio país. Una lección que aún hoy sigue vigente.
El invierno de 2018: frío, nieve… y sin luz
A veces, los factores climáticos extremos son los desencadenantes de los apagones. En marzo de 2018, una ola de frío y nieve azotó la cornisa cantábrica. En Asturias, Galicia y Castilla y León, más de 80.000 hogares estuvieron sin suministro eléctrico durante más de 24 horas.
Los árboles caídos, el hielo en las líneas y el acceso bloqueado a muchas zonas rurales dificultaron las reparaciones. En algunas aldeas asturianas, el corte duró más de dos días, obligando a evacuar a personas mayores o dependientes.
Aunque no se trató de un apagón nacional, sí fue una llamada de atención sobre lo vulnerables que siguen siendo las zonas menos urbanizadas ante fenómenos meteorológicos cada vez más extremos por el cambio climático.
Apagón que oscureció media España en 2001
Retrocedamos veinte años. El 15 de diciembre de 2001, una avería en la subestación de Esplugues de Llobregat (Barcelona) provocó un apagón que afectó a 4 millones de personas. Fue uno de los más importantes de la historia reciente.
La causa fue un fallo en el transformador principal, que produjo una reacción en cadena en el sistema de distribución eléctrica. Durante más de cinco horas, amplias zonas de Barcelona y otras provincias catalanas quedaron completamente a oscuras, coincidiendo además con una jornada de fuerte temporal.
En hospitales, los generadores de emergencia funcionaron al límite. El metro se paralizó. Los móviles dejaron de tener cobertura. Y muchos ciudadanos, simplemente, pasaron la noche a la luz de las velas.
Este evento sirvió como catalizador para reforzar infraestructuras críticas, pero también dejó claro que un sistema cada vez más interconectado puede volverse vulnerable si no se cuidan los puntos clave.
Los pequeños apagones urbanos: un problema recurrente
Además de los cortes masivos, muchos ciudadanos han experimentado apagones localizados en grandes ciudades. En Madrid, por ejemplo, las olas de calor del verano de 2022 provocaron varios cortes por sobrecarga en los barrios más antiguos, especialmente en zonas con sistemas eléctricos obsoletos.
En Sevilla, durante la Feria de Abril de 2019, una subida de tensión dejó sin suministro a varios distritos durante horas, generando protestas por la falta de planificación. En Valencia, en plena Noche de San Juan de 2023, también se registraron cortes por saturación.
Estos eventos, aunque más acotados en el espacio, muestran que la red eléctrica urbana también tiene sus puntos débiles, especialmente cuando se mezcla el calor, el turismo y el alto consumo.
Europa también sufre: el apagón sincronizado de enero de 2021
El problema no es exclusivo de nuestro país. En enero de 2021, Europa estuvo a punto de sufrir un apagón coordinado en varios países. Un desajuste de frecuencia en la red del sudeste europeo, principalmente en Croacia y Serbia, provocó una alerta en toda la red interconectada europea.
España no llegó a apagarse, pero se activaron medidas de emergencia para estabilizar el suministro, desviando energía desde otras zonas. Fue un aviso de lo que podría pasar si el sistema se descompensa. Europa depende en gran parte de una red sincronizada: lo que ocurre en Alemania puede afectar a España, y viceversa. Por eso, los fallos no entienden de fronteras.
El apagón en España del 28 de abril de 2025: último capítulo, mismo guion
Y llegamos al más reciente. El apagón en España del 28 de abril de 2025 afectó a millones de personas durante al menos 3 horas y cuyo impacto fue inmediato: trenes detenidos, hospitales en modo emergencia, redes de telecomunicaciones interrumpidas.
Se sospecha que la causa fue una combinación de sobrecarga, mantenimiento de líneas internacionales y respuesta automatizada del sistema. Lo que preocupa no es solo el corte, sino la frecuencia con la que empiezan a darse estos episodios.
¿Estamos preparados para evitar más apagones?
Después de cada incidente, se anuncian mejoras, inversiones y auditorías. Y es cierto que en muchos aspectos hemos avanzado. Pero el crecimiento del consumo, la electrificación del transporte y el cambio climático han hecho que el margen de error se reduzca cada vez más.
En este contexto, la ciudadanía se plantea una pregunta lógica: ¿qué puedo hacer yo ante un apagón? Y la respuesta pasa por algo más que esperar.
El autoconsumo solar como alternativa real
Aquí entra en juego una opción que gana peso cada año: el autoconsumo solar. No se trata solo de ahorrar en la factura o cuidar el medio ambiente. Se trata de ser más autónomos.
Una instalación fotovoltaica con baterías permite a un hogar seguir funcionando cuando la red pública falla. Algunos hogares con autoconsumo pudieron seguir con normalidad durante el apagón del 28 de abril. Otros apenas lo notaron.
Además, el precio de estas tecnologías ha bajado notablemente y existen ayudas públicas que facilitan su instalación. El resultado: cada vez más personas apuestan por producir su propia energía, reducir su dependencia y protegerse ante futuras interrupciones.